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Críticas | Publicado el 31 de marzo de 2017 a las 14:27 hs.
¿Dónde mejor que en casa?
La obra dirigida sobre una idea de Vivian Luz y Laura Ferrari, es una metáfora maravillosa de como los cuerpos se subsumen, giran, se exaltan en la danza de la abeja reina. Una opción brillante que muestra una endogamia asfixiante en Teatro del Abasto
Por Teresa Gatto
"La experiencia amorosa une indisolublemente lo simbólico
(lo prohibido, discernible, pensable), lo imaginario
(lo que el Yo representa para sustentarse y agrandarse)
y lo real (ese imposible donde los afectos aspiran a todo
y donde no hay nadie que tenga en cuenta el hecho
de que yo no soy más que una parte)".
Julia Kristeva
A estas alturas del Siglo XXI es más frecuente observar disfuncionalidad en las familias que armonía. O tal vez, nunca hayan sido armónicas. Siempre entre los afectos existen relaciones de poder que si se vuelven desaforados, pueden subsumir a las partes formando un magma informe en donde cada una de las ellos (miembros de una familia) es un masa indisoluble apresada en un solo poder.
En el caso de la obra que genera Vivian Luz con soporte textual de Laura Ferrari y dirección de actores de Carlo Argento, hay una puntillosa danza de opresores y oprimidos que no logran saltar el cerco y correr hacia un afuera liberador en el que se respire otra cosa.
Es absolutamente arrolladora la corporeización de la opresión que en un in crescendo dramático los muestra como una familia aparentemente sólida para luego con sutiles quiebres, narrar con y desde los cuerpos el sofoco demoledor del padre y los hijos, la fisura que se gesta sin prisa pero sin pausa.
Las variaciones musicales introducen escenas en las que hasta parece que podrían volver a estar unidos/libres y felices.
Pero no, no es posible. La madre en un trabajo exquisito de Laura Wigutow se las compone siempre para abortar cualquier salida. Su esposo también en un excelente trabajo de Daniel Toppino, acusa sin palabras esa subordinación y cuando desea salir a buscar el aire con sus hijos o solo, encuentra una pared invisible, una telaraña translúcida que lo frena como a los 3 hijos.
El diseño de arte de Ángeles Miranda colabora de manera inminente siempre. Están siempre a punto de ser envasados. Ese mismo soporte de transparencia y velo es el que permite inferir casi sin palabras pero con una idea muy potente, lo que pasa adentro del adentro. No hay salida. Mamá no los deja. de hecho los hijos en una muy buena decisión de vestuario de Graciela Glover, están practicamente en pañales. Mamá manda, mamá ama pero sin saber que es una parte del todo, por ello es un Yo superlativo y extremo. Un Yo que desde lo simbólico y desde la sospechosa categoría de lo real, asume que todas las partes del amor le pertenecen.
Por eso es impecable el trabajo de dirección y coreografía de Vivan Luz porque los intérpretes se funden y separan, se juntan de a dos, de a tres y de a cuatro pero sueldan bajo el blindaje de la madre. Los juegos de amor, de entretenimiento, el recuerdo de la felicidad siempre son diferidos a un “para siempre” porque ella los quiere solidificados en un todo, los quiere en casa.
Ese encierro que llega al paroxismo logra demostrar que se pueden hacer cosas sin palabras o con pocas, porque el cuerpo desde su nacimiento tiene las marcas que le colocan: niño, niña, libre, esclavo, varón, mujer, esposo devoto, esposo desesperado porque la libertad sólo se consigue con una decisión que trabaja desde el cuerpo hacia el interior del sujeto. Porque la libertad no puede estar intervenida ya que deja de serlo. Porque la libertad se subsume ante el poder que no deja ser y grita ¿Dónde mejor que en casa?
Maravilloso diseño de luces de Carlo Argento que acierta con los climas y se suma los trabajos de Josefina Segura, Stefanía Delfino y Eros Alen (los hijos) que, junto a Daniel Toppino y Laura Wigutow, dejan todo en el escenario. Todo, porque sus cuerpos que contienen sus anhelos se vigilan, castigan y normalizan hasta volver a ser el magma que mami domina.
Afuera habrá otros aires y otros ruidos, adentro del Teatro del Abasto hay, los sábados a las 19 un espectáculo que rinde honores merecidos a la danza –teatro y al teatro todo.



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